Resumen
«La muerte y su abordaje representan
un campo de estudio para las enfermeras»: así acababa su artículo Montserrat salvador
Borrell en la Revista ROL de Enfermería de noviembre de 2010. Abordarla, también
desde el punto de vista del alma,
aporta perspectiva y da horizonte en el sentido de una comprensión mayor.
La muerte, contemplada y vivida exclusivamente
desde la vertiente material, se rehúye por considerarla
un hecho no solo traumático
para el que la experimenta, sino también in- superable para
los seres queridos. Paradójicamente,
se trata de un fenómeno
de lo más natural y frecuente. ¿Por qué a los humanos nos cuesta tanto esa naturalidad? Porque no hemos cultivado, a veces
ni siquiera reconocido, la otra
naturaleza espiritual que nos constituye y que dispone de la clave
para otorgar sentido a los acontecimientos decisivos.
Para muchas tradiciones
espirituales, la muerte es el nacimiento a otro mundo que, desde aquí, denominamos más allá. En mis
seminarios de Acompañamiento del alma, basa- dos en las enseñanzas transmitidas por Elisabeth Kübler-Ross
y Marie
Lise Labonté, se aprenden pautas
para acompañar a la personalidad y al alma –que no siempre llegan
de acuerdo a la hora de partir– y para
ayudar a que el alma reencuentre su camino hacia la luz, hacia el origen. El alma lo conoce bien,
pero los vínculos afectivos forjados
en su periplo terrenal pueden retenerla y dificultar el proceso, que se vuelve más
lento y doloroso.
El acompañamiento del alma es un «servicio»
humano, social y espiritual. Disponer
de guías en un territorio olvidado, y
a menudo temido, es un alivio. Disponer de guías para preparar el gran
viaje permite, sobre todo, hacer
las paces consigo mismo, con los demás y/o con el mundo. Los egipcios
utilizaban el símbolo de la barca
solar, la que espera a los difuntos para atravesar las grandes aguas. Las enfermeras son, sin saberlo, barqueras
de los pequeños y grandes tránsitos
de la existencia.
ABOUT
THE LAST TRANSIT. ACCOMPANIMENT OF THE SOUL AND THE PERSONALITY
Summary
«Death and its approach represent a field of study for nurses»: thus ended his article Montserrat Salvador Borrell in Revista
ROL de Enfermería in November 2010. Address it also from the point of view
of the soul brings perspective and gives
horizon in the sense of one greater
understanding.
Death, contemplated and lived exclusively from
the material side, flees from as a not only traumatic event for which the experience but also unsurpassed for loved
ones. Paradoxically, it’s a more
natural and frequent phenomenon. Why humans
so hard that naturalness? Because we
have not cultivated, sometimes not even recognized,
other spiritual nature which forms us and who has the key to
give sense to the decisive events.
For many spiritual
traditions, death is birth to another world that, from here,
we call
beyond. In accompaniment
of soul seminars, based on the teachings transmitted by
Elisabeth Kübler Ros and Marie Lise Labonte, patterns
are learned to accompany the personality and soul - which does not always go according
to the time of split - and to help the soul to rediscover his way
toward the light, toward the origin. The soul knows it well, but the emotional ties forged during his earthly journey can retain it and hinder the process,
which becomes slow and painful.
The accompaniment of the soul is a «service»
human, social and spiritual. Guides in a forgotten and often feared territory are a relief. You
have guides to prepare the great
journey allows, especially,
make peace with himself, with others I with the world.
The
Egyptians used the symbol of the solar boat, which
waits for the deceased to cross the great waters. Nurses are, unknowingly,
barqueras of small and large
transits of existence.
KEY WORDS: LAST TRANSIT, AccOMPANIMENT
OF ThE SOuL, SOuL, PSYchE AND
PERSONALIT Y, STAGES OF GRIEF, ENERGY ANATOMY.
Presentación
Para muchas tradiciones espirituales, la muerte es el nacimiento a otro mundo que, desde aquí, denominamos
más allá. La mayoría de
culturas antiguas y étnicas reconocen y
remiten al más allá. Disponemos del Libro Tibetano de los Muertos y del Libro de
los Muertos egipcio en- tre los escritos más
renombrados: ambos ofrecen mapas
detallados, una auténtica cartografía del espacio por
el que evolucionará el individuo tras la muerte. Más recientemente, Carlos
Castaneda, en su estudio antropológico
de los indios yaquis, presenta la
figura del chamán Don
Juan Matus, que
ubica la muerte detrás, a
su izquierda, y habla de ella como
su consejera.
Así como existe la figura
de la comadrona, la persona que
ayuda
a nacer, también se
da en dichas culturas
la figura de quien ayuda
a morir, que
en nuestras
latitudes recibe el nombre de barquero/a, quizá por influencia de la mitología griega. Caronte
era el que ayudaba a
cruzar en su barca
las aguas del río que llevaba
al inframundo y, como pago a sus servicios, se colocaba una
moneda en la boca
del difunto,
el óbolo de Caronte. En
la actualidad, la novela Accabadora, de
la autora sarda contemporánea Michela Murgia, cuenta la historia de
una modista solicitada
como
barquera cuando llega el momento.
No siempre esta figura
adopta rasgos
humanos. Hay
animales que ejercen la
función de
psicopompos, de
guías del
Más Allá: el perro, el caballo, el
cocodrilo... O dioses, como Hermes, Osiris, Dionisos... Es una larga
tradición la que avala
y sobre la que se sustenta el oficio de barquero.
Alma, psique y personalidad
Cabe decir que son múltiples las definiciones que a lo largo de la historia han
recibido los conceptos de
alma, psique y personalidad. Para intentar una aproximación,
puede
resultar útil considerar su etimología.
El alma (psykhe en griego, anima en latín) denota hálito, viento, soplo y se refiere a
una fuerza vital que anima
al cuerpo y que hace de mediadora entre el elemento
terrestre (el cuerpo) y
el elemento divino (el espíritu o
esencia eterna). El alma ha permanecido vinculada a
la dimensión espiritual, mientras
que el término griego, psique, ha sido empleado por
la psicología como sinónimo del mundo interior, poblado de
afectos, pulsiones,
instintos, complejos, memorias,
tendencias, influencias generacionales,
arquetipos, y un conocimiento innato que se manifiesta en forma de inspiración e intuiciones.
En cierto modo, esa doble vertiente que ha adoptado
se correspondería con su doble condición: psique remitiría a la parte terrenal
del alma, afectada por los claroscuros del
inconsciente propio y del colectivo, y alma
remitiría a su parte celeste, intacta, originaria e
incondicional. En el Libro de los Muertos egipcio se hace referencia al alma celeste
como
«doble luminoso» y
debemos a la filosofía órfica y sobre
todo a Platón la
imagen, que tanto ha
marcado a Occidente,
del cuerpo como tumba o prisión del alma:
...siendo a su vez simples,
íntegras, inmóviles y beatíficas
las visiones que durante nuestra iniciación y al término de ella
contemplábamos en un resplandor puro, puros nosotros y
sin la marca de este sepulcro que ahora llamamos cuerpo que nos rodea y al que estamos encadenados, como la
ostra
a su concha1.
En cuanto a la personalidad, si tenemos en cuenta su raíz, persona en latín,
se refiere a
la máscara que llevaban
los actores en el teatro clásico.
La
psicología junguiana denomina
persona al filtro más o menos rígido
que nos
permite relacionarnos socialmente, al persona- je que
adoptamos en
función de
las reglas y de
la educación, a la máscara en
definitiva que
nos
protege y al mismo
tiempo nos
limita si llegamos a identificarnos en
exclusiva con ella.
La personalidad se define como una organización dinámica
de sistemas conscientes e
inconscientes, y este conjunto de procesos se
ve determinado por características biológicas, psíquicas y ambientales. También se
ha definido como un patrón de
pensamientos, sentimientos y comportamientos que se combinan de forma singular
y única en cada individuo.
Se han realizado muchas tentativas de clasificación,
desde
la tipología del extrovertido y
del introvertido has- ta la que,
más
recientemente, se basa en los
rasgos de la personalidad. En todo caso, no hay que olvidar que Sigmund Freud señaló que nuestra parte consciente
tan solo era la punta visible
del
iceberg, evidenciando
así
que éramos
unos desconocidos
para nosotros
mismos y que el continente que
quedaba por
descubrir era
nuestro mundo interior: nuestra
alma.
En mis seminarios de
Acompañamiento del alma, ba- sados
en
las enseñanzas transmitidas por Elisabeth Kübler
Ross y Marie Lise Labonté, se aprenden pautas
para acompañar a
la personalidad y al alma – que no siempre llegan de acuerdo a la hora de
partir – y para
ayudar a que
el alma reencuentre su camino hacia la luz, hacia el origen. El alma lo conoce bien,
pero los vínculos afectivos forjados en su periplo terrenal
pueden retenerla y dificultar el proceso, que se vuelve más lento y doloroso.
Elisabeth Kübler-Ross ha sido pionera en enfrentarse
al tabú de la muerte y en propiciar un
enfoque más humano del moribundo y su circunstancia. Pero,
junto a la personalidad enferma,
no podemos prescindir de
esa parte sutil que
llamamos alma y que
también puede calificarse
con términos laicos: lo mejor de uno, el
sí mismo, la sabiduría innata... No importa el nombre sino su con- tenido, su grado de realidad. Alma y personalidad pueden haberse encontrado ya en el último tramo de
vida y, salvando desencuentros, ayudarse mutuamente en
el último tránsito.
O pueden haber vivido en conflicto. La
personalidad se habrá decantado entonces unilateral- mente por
lo
material y se habrá atrincherado en sus posiciones, ignorando la llamada interior, la
vocación profunda a
realizarse plenamente como
ser humano.