domingo, 26 de mayo de 2013

Resumen
«La muerte y su abordaje representan un campo de estudio para las enfermeras»: así acababa su artículo Montserrat salvador Borrell en la Revista ROL de Enfermería de noviembre de 2010. Abordarla, también desde el punto de vista del alma, aporta perspectiva y da horizonte en el sentido de una comprensión mayor.
La muerte, contemplada y vivida exclusivamente desde la vertiente material, se rehúye por considerarla un hecho no solo traumático para el que la experimenta, sino también in- superable para los seres queridos. Paradójicamente, se trata de un fenómeno de lo más natural y frecuente. ¿Por qué a los humanos nos cuesta tanto esa naturalidad?  Porque no hemos cultivado, a veces ni siquiera reconocido, la otra naturaleza espiritual que nos constituye y que dispone de la clave para otorgar sentido a los acontecimientos decisivos.
Para muchas tradiciones espirituales, la muerte es el nacimiento a otro mundo que, desde aquí, denominamos más allá. En mis seminarios de Acompañamiento del alma, basa- dos en las enseñanzas transmitidas por Elisabeth Kübler-Ross y Marie Lise Labonté, se aprenden pautas para acompañar a la personalidad y al alma que no siempre llegan de acuerdo a la hora de partir– y para ayudar a que el alma reencuentre su camino hacia la luz, hacia el origen. El alma lo conoce bien, pero los vínculos afectivos forjados en su periplo terrenal pueden retenerla y dificultar el proceso, que se vuelve más lento y doloroso.
El acompañamiento del alma es un «servicio» humano, social y espiritual. Disponer de guías en un territorio olvidado, y a menudo temido, es un alivio. Disponer de guías para preparar el gran viaje permite, sobre todo, hacer las paces consigo mismo, con los demás y/o con el mundo. Los egipcios utilizaban el símbolo de la barca solar, la que espera a los difuntos para atravesar las grandes aguas. Las enfermeras son, sin saberlo, barqueras de los pequeños y grandes tránsitos de la existencia.

ABOUT THE LAST TRANSIT. ACCOMPANIMENT OF THE SOUL AND THE PERSONALITY

Summary
«Death and its approach represent a field of study for nurses»: thus ended his article Montserrat Salvador Borrell in Revista ROL de Enfermería in November 2010. Address it also from the point of view of the soul brings perspective and gives horizon in the sense of one greater understanding.
Death, contemplated and lived exclusively from the material side, flees from as a not only traumatic event for which the experience but also unsurpassed for loved ones. Paradoxically, its a more natural and frequent phenomenon. Why humans so hard that naturalness? Because we have not cultivated, sometimes not even recognized, other spiritual nature which forms us and who has the key to give sense to the decisive events.
For many spiritual traditions, death is birth to another world that, from here, we call beyond. In accompaniment of soul seminars, based on the teachings transmitted by Elisabeth Kübler Ros and Marie Lise Labonte, patterns are learned to accompany the personality and soul - which does not always go according to the time of split - and to help the soul to rediscover his way toward the light, toward the origin. The soul knows it well, but the emotional ties forged during his earthly journey can retain it and hinder the process, which becomes slow and painful.
The accompaniment of the soul is a «servichuman, social and spiritual. Guides in a forgotten and often feared territory are a relief. You have guides to prepare the great journey allows, especially, make peace with himself, with others I with the world. The Egyptians used the symbol of the solar boat, which waits for the deceased to cross the great waters. Nurses are, unknowingly, barqueras of small and large transits of existence.
KEY WORDS: LAST TRANSIT, AccOMPANIMENT OF ThE SOuL, SOuL, PSYchE AND PERSONALIT Y, STAGES OF GRIEF, ENERGY ANATOMY.


Presentación
Para  muchas tradiciones espirituales, la muerte es el nacimiento a otro  mundo que,  desde aquí,  denominamos  más allá. La mayoría de  culturas antiguas y étnicas reconocen y remiten al más  allá. Disponemos del  Libro Tibetano de los Muertos y del Libro de los Muertos egipcio en- tre los escritos  más renombrados: ambos  ofrecen mapas detallados, una  auténtica cartografía del  espacio por  el que evolucionará el individuo tras la muerte. Más recientemente, Carlos  Castaneda, en su estudio antropológico de los indios  yaquis, presenta la figura  del chamán Don Juan Matus, que  ubica  la muerte detrás, a su izquierda, y habla de ella como  su consejera.
Así como  existe la figura  de la comadrona, la persona que  ayuda  a nacer, también se da  en  dichas culturas la figura  de quien ayuda  a morir, que  en nuestras latitudes recibe el nombre de barquero/a, quizá por influencia de la mitología griega. Caronte era el que  ayudaba a cruzar en su barca  las aguas del río que llevaba al inframundo y, como  pago  a sus servicios, se colocaba una  moneda en la boca  del difunto, el óbolo de Caronte. En la actualidad, la novela  Accabadora, de la autora sarda  contemporánea Michela Murgia, cuenta la historia de una  modista solicitada  como  barquera cuando llega el momento.
No  siempre esta  figura  adopta rasgos  humanos. Hay animales que  ejercen la  función de  psicopompos, de guías  del Más Allá: el perro, el caballo, el cocodrilo... O dioses, como  Hermes, Osiris, Dionisos... Es una  larga tradición la que  avala y sobre  la que  se sustenta el oficio de barquero.

Alma, psique y personalidad
Cabe  decir  que  son  múltiples las definiciones que  a lo largo  de la historia han  recibido los conceptos de alma, psique y personalidad. Para  intentar una  aproximación, puede resultar útil considerar su etimología.
El alma (psykhe en griego, anima en latín) denota hálito, viento,  soplo  y se refiere a una  fuerza  vital que  anima al cuerpo y que  hace  de  mediadora entre el elemento terrestre (el  cuerpo) y el elemento divino  (el  espíritu o esencia eterna). El alma  ha permanecido vinculada a la dimensión espiritual, mientras que  el  término griego, psique, ha  sido  empleado por  la psicología como  sinónimo del mundo interior, poblado de afectos,  pulsiones, instintos, complejos, memorias, tendencias, influencias generacionales, arquetipos, y un  conocimiento innato que  se manifiesta en forma de inspiración e intuiciones.
En cierto modo, esa doble vertiente que  ha adoptado se correspondería con  su doble condición: psique remitiría  a la parte terrenal del  alma,  afectada por  los claroscuros del inconsciente propio y del colectivo, y alma remitiría a su parte celeste,  intacta, originaria e incondicional. En el Libro de los Muertos egipcio se hace  referencia al alma  celeste  como  «doble luminoso» y debemos a la filosofía  órfica  y sobre  todo a Platón la imagen, que tanto ha marcado a Occidente, del cuerpo como  tumba o prisión del alma:
...siendo a su vez simples, íntegras, inmóviles y beatíficas las visiones que durante nuestra iniciación y al rmino de ella contemplábamos en un resplandor puro, puros nosotros y sin la marca de este sepulcro que ahora llamamos cuerpo que nos rodea y al que estamos encadenados, como la ostra a su concha1.
En cuanto a la personalidad, si tenemos en cuenta su raíz,  persona en  latín,  se refiere a la máscara que  llevaban  los actores en  el  teatro clásico.  La  psicología junguiana denomina persona al filtro  más  o menos rígido que  nos permite relacionarnos socialmente, al persona- je que  adoptamos en  función de  las reglas  y de  la educación, a la máscara en  definitiva que  nos  protege y al mismo  tiempo nos limita  si llegamos a identificarnos en exclusiva  con  ella. La personalidad se define como  una organización dinámica de sistemas conscientes e inconscientes, y este  conjunto de  procesos se ve determinado por  características biológicas, psíquicas y ambientales. También se ha definido como  un  patrón de pensamientos,  sentimientos y comportamientos que  se combinan de forma singular y única en cada  individuo.
Se han  realizado muchas tentativas de  clasificación, desde la tipología del extrovertido y del introvertido has- ta la que,  más  recientemente, se basa  en  los rasgos  de la personalidad. En  todo caso,  no  hay que  olvidar  que Sigmund Freud señaló que  nuestra parte consciente tan solo  era  la  punta visible  del  iceberg, evidenciando  así que  éramos unos  desconocidos para  nosotros mismos  y que  el continente que  quedaba por  descubrir era  nuestro mundo interior: nuestra alma.
En mis seminarios de Acompañamiento del alma,  ba- sados  en  las enseñanzas transmitidas por  Elisabeth Kübler  Ross y Marie Lise Labonté, se aprenden pautas para acompañar a la personalidad y al alma que  no siempre llegan  de  acuerdo a la hora de  partir y para  ayudar a que  el alma  reencuentre su camino hacia  la luz, hacia  el origen. El alma  lo conoce bien,  pero los vínculos  afectivos forjados en  su periplo terrenal pueden retenerla y dificultar el proceso, que  se vuelve más lento y doloroso.
Elisabeth Kübler-Ross  ha sido pionera en enfrentarse al tabú  de la muerte y en propiciar un  enfoque más humano del  moribundo y su circunstancia. Pero,  junto a la personalidad enferma, no podemos prescindir de esa parte sutil que  llamamos alma y que  también puede calificarse con términos laicos: lo mejor de uno, el sí mismo, la sabiduría innata... No importa el nombre sino su con- tenido, su grado de  realidad. Alma y personalidad pueden  haberse encontrado ya en  el último tramo de  vida y, salvando desencuentros, ayudarse mutuamente  en  el último tránsito. O pueden haber vivido en conflicto. La personalidad se habrá decantado entonces unilateral- mente por  lo  material y se habrá atrincherado en  sus posiciones, ignorando  la  llamada interior, la  vocación profunda a realizarse plenamente como  ser humano.